En silencio

By Dafne Habana
A: Tengo ganas de cumplir una fantasía
Dafne: Cuéntame
A: Quiero que vengas a mi casa… Yo te dejaré la puerta ajustada para que puedas entrar. Cuando hayas llegado, en silencio, te quitas toda la ropa en el comedor. Yo te estaré esperando desnudo en mi habitación.
Dafne: …¿no quieres ni que te salude?
A: No. Simplemente hazlo como te he descrito.
Simplemente me quedé en shock…Allí me encontraba yo, cerca de su casa, procesando esta petición. Realmente me sorprendió porque A es una persona distante, fría y bastante tímida, con poca iniciativa. Pensad que el día anterior no se sentó cerca de mí ni un instante… constantemente le tenía que “recordar” que se aproximara, y al día siguiente me espera desnudo en su cama. No entendía nada.
Evidentemente llamé a mi chica (Sara Curiosa) para explicarle todo esto y que aportara algo de luz al asunto que nos traíamos entre manos. Se quedó tan anonadada como yo… nos empezamos a poner súper nerviosas y a gritarnos: ¡Tía! ¡Tía! (como dos adolescentes, lo reconocemos). Finalmente (y obviamente) me acabó de dar el empujón: ¡Hazlo!
Y ahí me encontraba yo, delante de su portal. Cogí el móvil y le escribí: “Ya estoy aquí”. De repente se abrió la puerta y cogí el ascensor. Informé a Sara que ya me encontraba casi en casa de A y que hablaríamos cuando me fuera.
Llegué al cuarto piso. La puerta, tal y como me había dicho, estaba ajustada de tal forma que sólo tuve que empujar un poco para abrirla. La luz era tenue y como hilo musical sonaba una especie de rock (no estaba mal para la ocasión).
Dejé el bolso en la mesa. Estaba tan nerviosa que empecé a desabrocharme los zapatos de forma descoordinada. Mi respiración se aceleraba y entrecortaba a la vez… aunque sonaba la música (y fuerte) yo no oía nada. Silencio.
Me saqué los pantalones y a continuación fui desabrochando uno a uno los botones de mi camisa. Aunque todo esto sucedió en un minuto, siento que puedo desgranar cada milisegundo de ese instante. Me quedé en camiseta interior y culotte. Descalza, y de puntillas, como si el suelo estuviera cubierto de brasas me acerqué a su habitación. No tiene puerta, pues la vivienda es tipo loft y la única separación que había con el comedor era una cortina (muy bonita, por cierto).
Asomé la cabeza por la tela y allí estaba él: desnudo encima de la cama, masturbándose. Me acerqué y besé su cuello y su boca (era el primer beso… bizarro ¿no?). Sin mediar palabra, cogió mi mano y la colocó de tal forma que pudiera masturbarle. Cerró los ojos y gimió. Sin dejar de mover mi mano, mi lengua empezó a recorrer su cara, su cuello, su pecho, su estómago, el pubis…las ingles…arqueó su cuerpo y soltó un: ¡Joder!

Amén

By Dafne Habana.

Llevábamos tiempo hablando telemáticamente. Una amiga me comentó que era “muy muy muy” guapo y muy simpático y que también correteaba como nosotras por el mundo liberal. Genial. Fantástico. Un chico guapo, libre, parece ser que con experiencia e interesado en mí… (en adelante será S)

¿Qué más se puede pedir?
Pero mi cabeza ya me la estaba jugando… ¿Es demasiado para mí? ¿Le gustaré lo suficiente? Aunque ya estoy bastante acostumbrada a mi querido machaque, sentí mucho miedo… pues hace muchos años que estoy con la misma persona y, desde que me he adentrado en el mundo liberal, solo he estado con una persona más… alguien que me brindó toda la confianza que se puede ofrecer a una persona con una inseguridad estratosférica: el escritor. Pues bien, expresé mis miedos al escritor me aconsejó que quedara con S y que, en el improbable caso de que no quisiera nada conmigo, el escritor estaría conmigo esa tarde-noche. Sinceramente agradecí mucho su gesto… es bonito saber que, si las cosas se tuercen, un amigo te recogerá en forma de sexo y cariño.
Pasó bastante tiempo hasta que, finalmente, me armé de valor y quedé con él. Nos besamos con mucha fuerza sólo vernos… esa fuerza se reflejaba en nuestros gestos. Él me apretaba el culo con sus manos y yo agarraba su pelo. Nos mordíamos los labios, la cara, el cuello… ¡Qué intensidad! Fuimos directos a la cama, no había tiempo. En realidad, si lo había, pero lo necesitaba dentro de mí ahora, ya, now. 
Arrodillados, uno delante del otro, seguimos besándonos y quitándonos la ropa rápidamente…habíamos esperado mucho. Cuando sus manos rozaron mi piel sentí morir de placer, me recorrieron el cuerpo con destreza… a ratos fuerte… a ratos suave… Pudo comprobar cuán mojada estaba…lo había provocado todo él. S se endureció aún más (si es que cabía posibilidad) y empezó a recorrerme con su lengua. Tuve que suplicarle que detuviera sus intenciones, no quería terminar tan pronto.

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Lo tumbé boca arriba y ahora era mi lengua la que recorría su piel. Se la agarré con firmeza para introducírmela en la boca. Me encantó el sabor, el olor…todo. Primero despacio, luego fuerte… lento… rápido… hasta el fondo.
Me ubiqué encima de él, no podía esperar más. Mi cuerpo temblaba de excitación cada segundo que transcurría. Ya colocados, cogí su sexo con la mano y lo introduje dentro de mí…poco a poco, sintiendo cada parte que lo conforma. Realmente costó ralentizar el momento, pues me encontraba sumamente mojada. 
Empecé a cabalgarle muy fuerte, no podía (ni quería) parar. Córrete en mi polla, me dijo. Y, mientras mordía mis pechos, mi mente decidió abandonar el mundo terrenal para sucumbir al celestial. Mareo. Suspiros. Temblores.  Qué sensación… 
Amén.
Gracias S. Gracias escritor.

Nosotras ya sabíamos cómo iba a acabar la noche

By ElDePapel

“Que yo esté pachucha no implica que tú tengas que quedarte encerrado en casa, con uno que pringue ya es suficiente, sal y pásatelo bien.” Todo a empezado, bueno, mejor dicho todo empezó ayer con esta frase que me dijo mi pareja y por lo que decidí finalmente ir a la cena a la que me había invitado una desconocida con la que tenía contacto por Facebook. Me apetecía conocerla o mejor dicho conocerlas porque también habría una amiga suya con la que también había estado escribiéndome alguna vez.
Así que me presenté en el restaurante en que habían quedado para acoplarme a un grupo de gente que no conocía de nada y cenar con ellos. Ahí las conocí, a Sara y a Dafne, charlamos, cenamos… se me da bien socializar pero no dejo de sentirme un poco raro sobretodo porque al no conocer a nadie previamente no sé muy bien de qué hablar. Pero lo pasé bien, conocí gente interesante y me sentí cómodo.
Después de los postres cambiamos de ubicación para tomar “los cafés” en un bar a pocos metros del restaurante y así cambiar un poco de ambiente. Cambió el tono de las conversaciones y se empezó a definir un plan para esa noche. Se dijo de ir a tomar una copa a algún sitio y propuse Uhomo. Me sorprendió lo fácil que se aceptó la propuesta y de hecho, ahí terminamos después de repartirnos entre los diferentes coches de que disponíamos.
Las noches de los jueves no son tan moviditas en Uhomo como las de un sábado, por ejemplo, pero había bastante gente y, al fin y al cabo, nuestra intención era ir a tomar algo, bailar y además conocer un sitio nuevo, así matábamos dos pájaros de un tiro.
Ahí bailamos, mucho, bailé un poco con Dafne algo de salsa y algo de bachata, siempre juego esa carta, pero no vi mucha intención de que pasara nada conmigo por su parte, todo lo contrario de Sara que estuvo jugando con el acercamiento y las indirectas prácticamente desde la cena. Pero me pareció que era su forma de ser, de jugar de estar. Bueno, pues no siempre acierto, me equivoqué, me equivoqué bastante y me equivoqué con ambas pero de eso me di cuenta luego cuando las vi a través de un cristal cómo me hacían señales para que fuera a la pecera, la sala de camas en la que se encontraban y desde la que se ve toda la pista de baile. Anda que tardé en cruzarme la pista, entrando en la zona de camas y encontrándomelas a medio camino en un pasadizo oscuro y extremadamente estrecho al que hay que pasar para acceder a la pecera.
Ahí, en esa situación se me despejaron todas las dudas, ambas me tenían ganas y me habían estado buscando desde que entramos en el club.
No me lo podía creer:

“Date cuenta de lo que está pasando. Tienes a estas dos chicas que se te están comiendo con los ojos con esas sonrisas pícaras, entre nerviosas y excitadas a escasos centímetros de ti. No tengo que alargar mucho los brazos para llegar a sus cinturas, con la mano derecha Sara y con la izquierda Dafne. Ellas aceptan mi contacto y se arquean un poco para acercar sus caderas hacia mí facilitándome el acceso a sus espaldas con mis manos.”

Se me aceleró todo, incluso la respiración lo que provocó que se me notara la excitación y eso a ellas les gustó, ya me tenían dónde y cómo me querían tener. Les confesé que estaba sorprendido, que no me imaginaba que quisieran nada conmigo, sobretodo Dafne a la que había notado poner un poco de distancia en algún momento. – “¿Ah sí? Pues nosotras ya sabíamos cómo iba a terminar la noche desde que estábamos en el restaurante.” – Ahí ya se me escapó una risa nerviosa y me puse a cien.
Nos hicimos nuestra una de las “habitaciones”, la pequeña que hay justo al entrar en la zona de camas, al lado de la jaula. Entre los nervios de lo inesperado, cansancio por el bailoteo previo dándolo todo, no sabía por dónde empezar. Sí, a veces no tengo la situación completamente controlada.

– “Antes de empezar queremos comentarte algo. Somos muy amigas pero tenemos el acuerdo de que no interactuaremos entre nosotras. Las dos vamos a jugar contigo y tú puedes jugar con las dos pero entre nosotras nada.”

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Eso era una situación nueva para mí, todos los tríos que había hecho hasta el momento con dos mujeres, ellas eran bisexuales y jugaban entre ellas. Siempre he dicho que los mejores tríos son aquellos que haces con dos mujeres bisexuales y si una de ellas es tu pareja ya es de escándalo. Desengañémonos, por muy potente que seas, como hombre, por mucho que te esmeres, nunca podrás satisfacer a dos mujeres al 100% y menos a la vez… Me encontraba entonces con una situación nueva y con una sensación de presión por intentar complacerlas a las dos a la vez yo sólo. Como contrapunto tenía el ego subiéndome por momentos porque tenía a las dos deseándome a mí y sólo a mí en ese momento. ¡Venga! Por si no tenía suficiente presión, nervios, agotamiento.
Aclaradas las normas de juego, nos dispusimos a empezarlo, suavemente con besos. Entre beso y beso íbamos sacando alguna prenda de ropa. En condiciones normales, en un club me falta tiempo para desnudarme, pero es que teóricamente no tenía que pasar nada, estábamos ahí sólo para tomar algo y nos estábamos desnudando para tomarnos unos a otros. Hasta Sara me confesó que no llevaba las braguitas de follar porque esa no era la idea de cómo trascurriría la noche en el momento de salir de casa. Primero la parte de arriba, Dafne llevaba un chaleco igual que yo, eso fue lo primero en volar quedándome yo con el torso al aire y ellas protegidas aún por su ropa interior, me tomé una pausa de sacarles la ropa para centrarme en Dafne, la que estaba más nerviosa, si cabe, de los tres… por lo menos más que yo porque me da la sensación que Sara no tenía ni un atisbo de estar nerviosa. Me dediqué a besar a Dafne mientras sentía a Sara a mi espalda, acariciándome y besándome el cuello. Tan obsesionado estaba en intentar templar los nervios de Dafne a base de caricias y besos que no me percaté de lo que hacía Sara puesto que ya no notaba el contacto de su cuerpo. Cuando volvió, giré la cabeza para saborear otra vez los labios de Sara, mis labios aún tenían el calor de los besos de Dafne. Así que por un momento sentí besarlas a las dos al mismo tiempo.
Mi mano izquierda buscó la pierna de Sara mientras la derecha se encargaba de mantener el pecho de Dafne bien pegado al mío apresándola para evitar que su boca se me escapara. Se dice que los hombres no somos capaces de hacer dos cosas a la vez, es por eso que dejé que mis manos fueran por libre explorando cada una uno de los cuerpos que más deseables se me antojaban en ese momento.
Uno de los primeros de tantos escalofríos que me provocarían fue cuando mi mano izquierda, recorriendo la pierna hacia arriba de Sara, llegó a su entrepierna haciéndome descubrir que estaba completamente desnuda. Sorpresa completamente agradable, pero… ¿cómo podía ser que ya estuviera completamente desnuda mientras que yo aún llevaba los pantalones puestos y, ni siquiera el cinturón desabrochado?
Mi preocupación por no haber sido el primero en desnudarme esta vez de esfumó de repente y volví a la situación, había notado lo abundantemente mojada que estaba Sara, sentí mis dedos completamente empapados. No pude evitar traerme con prisas los dedos a la boca, necesitaba saborearla, ingerir parte de ella… deliciosa.
Necesité deshacerme de tanta ropa, necesitaba liberar mi cuerpo para ofrecérselo para que me devoraran o hicieran conmigo lo que les placiera.
Se me hizo extraño, incluso sentí que no sabía cómo podía estar por ellas dos a la vez, estoy acostumbrado a centrarme en alguien y que la tercera persona me ayude a estimularla, como compañeros con un mismo objetivo, regalar placer. Pero esta vez fue diferente, cuando me centraba en una de ellas, la otra pasaba a ser espectadora de nuestra intimidad. La verdad es que con lo exhibicionista que soy, tener público que además veía lo que seguidamente pretendía hacerle a ella… me suponía un reto morboso.
Dafne no se quitó la ropa interior, necesitaba mantener ese límite y se lo respeté, y eso hizo que su cuerpo aún fuera más prohibido, sólo podía sentir su cuerpo a través del tejido lo que me hacía agudizar mi sentido del tacto. Mordía la copa de su sujetador para que sintiera mis ansias en su pecho, presionaba sus braguitas para que sintiera el calor de mi cuerpo en su sexo, traspasé virtualmente su ropa, su barrera para llegarle lo más profundo dentro de ella con mi esencia, con mi deseo para encontrar el suyo.
En todo momento sentía la mirada de Sara que nos observaba disfrutando de nuestros cuerpos bailando en horizontal a escasos centímetros del suyo. De vez en cuando, alguna de mis manos la buscaba para cerciorarse de que seguía ahí… y la encontraba.
Luego Sara fue quien acaparó mi atención, repasé su cuerpo con prisas, parecía que quisiera memorizarlo antes de que desapareciera. Ya había probado el sabor de su sexo y no me había saciado aún el hambre de él así que no tuve más remedio que situarme entre sus piernas, quería alimentarme de ella, no era un deseo, era una necesidad vital.
Dafne no pudo evitar regalarme caricias y besos en la espalda mientras yo me centraba en provocar un orgasmo a su amiga con mi lengua y mis dedos. No sé quién de los dos se lo agradecerá más pues yo sentía el placer de sus regalos pero intensificaban mi voracidad que saciaba con Sara.
El tiempo se nos pasó volando, lo que tenía una cena y copa de esas medio de compromiso que con total seguridad te permitirá estar de vuelta en casa poco después de medianoche, se había prolongado hasta más allá de las cuatro de la madrugada.
Cuando salimos de ese especie de estado de embriaguez y nos dimos cuenta de la hora que era, bajamos a la tierra y, sensatos como queríamos parecer, decidimos retirarnos. En la cola del guardarropa, se sucedían miradas y sonrisas, de vergüenza por sabernos desconocidos que habían compartido momentos intensos, apasionados y cargados de intimidad. Salimos a la calle y buscábamos excusas para no separarnos, para que la noche no terminara ahí. No podíamos simplemente irnos cada uno por su lado así que apuramos hasta que el sol ha salido impertinente recordándonos que, quisiéramos o no, la noche había terminado.
Ahora me siento en mi cama, muerto de sueño, agotado y con la mujer de mi vida durmiendo a mi lado. Ella aún no lo sabe pero siento profundo agradecimiento y amor por el regalo que me ha hecho esta noche.

– “Buenas noches amor mío, me lo he pasado muy bien y me muero de ganas por contártelo todo. Te quiero.”

Me tumbo a su lado, la abrazo y me duermo en su pelo.
Aún me dan escalofríos cada vez que recuerdo sus miradas, sus sonrisas, sus caricias y sus besos… como ahora mismo, por ejemplo, uno me recorre la espalda y tiemblo.

Mis primeros pasos

By Dafne Habana.

La imagen puede contener: una o varias personas 

Cogió su cinturón y se lo ató al cuello. Me dijo: cógelo. Sentí una electricidad que recorrió cada poro de mi piel. 


Una fuerza sobrehumana se condensó en la mano que sujetaba la correa. Aprieta. Apreté. Otra descarga eléctrica… pero esta vez se centró en mi sexo. Placer y preocupación. ¿Le haría daño? 

Me ubiqué encima de él para que me penetrara, aunque en realidad lo estaba haciendo yo. Su actitud cambió por completo… sumisión. 

En ese instante me sentí poderosa…tiré con más fuerza del cinturón que apretaba su delicado cuello, mientras entraba dentro de mí. Al acercar mi boca a su piel, a su cuello y su hombro exactamente, un instinto animal se apoderó de mi razón. Su olor, su sudor… inhalé sus hormonas y mordí. Mordí no tan fuerte como quería, pero mordí. Esa presión que ejerció mi mandíbula sobre su carne me mareó, me drogó por completo. 

Desconecté del mundo terrenal por unos segundos. Sin darme cuenta estaba apretando con más fuerza su cuello y paré de golpe, le desajusté un poco el cinturón y le pregunté si estaba bien. Me dijo: Sigue.

Volví a apretar, esta vez más firme. Me apetecía comérsela, sabe tan bien… Sin soltar mi mano de la correa bajé. Con cada embestida de mi boca tiraba más y más de su cuello. Él gemía de placer y yo notaba su excitación en mi boca. Mis gemidos no se quedaban atrás… esa situación era tan bizarra como placentera. Temblaba, siempre lo hace ante el punto más álgido de éxtasis. Sus pequeñas pero intensas convulsiones me parecen tan tiernas…él no me ve, pero sonrío cada vez que lo hace.

Esa misma tarde sentí remordimientos… es alguien a quien quiero y ejerzo dolor sobre su cuerpo para aumentar mi placer (y también el suyo, pero eso no lo pienso en mi momento “machaque”). ¿Qué clase de persona soy? La oscuridad me invade… jamás había hecho esto. 

¿Por qué ahora? 

Simplemente porque él me inspira eso…mi instinto más animal despierta como una bestia que ha estado dormida durante mucho tiempo. Una bestia que lo devora, que le arranca la piel y me (nos) lleva al límite. Los horizontes se difuminan y todo se vuelve abstracto, sin sentido…aun así encuentro el orden, mi orden.

Ese día supe con certeza que había iniciado, gracias a él (y gracias a mi confianza) algo importante en cuanto a preferencias sexuales se refiere… mis primeros pasos hacia la dominación.

Vida

X: Vaya follones tía
Dafne: Lo sé…
X: ¿Qué vas a hacer con tu vida?
Dafne: No lo sé… ¿tengo que decidirlo ahora?

Dudas, miedos, ajetreo, desorganización, prisas y nervios. Así podría definir mi “rutina”, mi queridísima “rutina”.

Hacía tiempo que no me sentía así de viva, así de libre. Experimentando, descubriendo, haciendo y deshaciendo, desaprendiendo y aprendiendo de nuevo. Metiéndome en líos, si es que así se pueden llamar, y saliendo de ellos, más sabia, por supuesto.

Cada persona que conozco, cada uno de los labios que beso, cada gota de sudor que derramo y cada subida de adrenalina que experimento me teletransportan a mi querido inframundo… esa “deep web” a la que sólo los más experimentados pueden acceder.
Mi hermoso Hades… lo visualizo como si de un bosque encantado se tratara: azul, brillante… lleno de extrañas y hermosas criaturas, inofensivas, que danzan a mi alrededor. Ando entre esa espesa vegetación, desnuda y libre…libre de prejuicios, tabúes… arropando mi más profunda oscuridad y agradeciendo mis luces. En mi bosque vuelo, aparezco y desaparezco.
Realmente temo mi oscuridad, intento abrazarla, pero de vez en cuando la rechazo. Soy capaz de conectar con ella cuando la “activo”. Cuando realizo esas acciones políticamente incorrectas, cuando en mi mente se generan pensamientos que a muchxs asustaría si sólo contara una tercera parte.
¿Y sabéis qué es lo mejor de todo? Que he podido encontrar almas tan “oscuras” y brillantes como la mía. No se asustan. Me escuchan, me entienden y hasta sienten empatía. Mi ansiedad disminuye, me siento acompañada en mi bosque donde creía estar sola con mis criaturas.
Ahora miro hacia atrás y no deseo esa tranquilidad, pues sólo era fruto de permanecer en mi zona de confort. Esa paz era incierta, engañosa. Y aún, a día de hoy,  siento que hay partes de mi ser que siguen en esa zona. No quieren abrazar mi “oscuridad”. Bien, sólo es cuestión de tiempo, pues mi tren arrancó y no se detendrá. ¿El destino? Me da igual (o como diría Sara, “me la pela”), sólo sé que el viaje es acojonante.
¿Sabéis esa sensación que tienes cuando estás en una atracción de un parque temático? Vas subiendo, lentamente…oyes el traqueteo de la maquinaria, las respiraciones entrecortadas del resto de la gente, tu estómago se encoge y sólo quieres bajarte… pero en tu interior sabes que quieres probarlo, que quieres que te lancen al vacío, hacer loopings y ponerte boca abajo…y lo quieres porque llevas medidas de seguridad. Mi seguridad, de momento, no soy capaz de proporcionármela, la deposito mayoritariamente en otras personas. Pero llegará el día en que pueda hacerlo por mí misma. Lo sé. Lo presiento.
X: ¿No te agota?
Dafne: Lo que me agotaba era lo de antes…
X: ¿?

Dafne: Simplemente…estos “follones” me dan… vida.

By Dafne Habana.

Y de repente…

Qué iba a saber yo que esto se me iba a complicar tanto… mi vida siempre ha sido un constante ajetreo de altos y bajos, idas y venidas… pero esto… esto se me va de las manos…
 
No sé de qué manera llegué a formar parte del grupo de Facebook de Poliamor Catalunya, pero ahí estaba. Me llamó mucho la atención este nuevo concepto para mí. ¿Era posible amar a varias personas a la vez? ¿Cabía la posibilidad de formar una unidad de convivencia amorosa de más de dos personas? Pronto tendría respuesta a tanta incertidumbre.
Y ahí, en ese grupo, estaba ella, Sara. Una amiga con la que hace 4 años aproximadamente compartí clases de danzas tahitianas y a la que no había vuelto a ver hasta entonces. Esa primera conversación sería el detonante de algo muy muy muy grande.
 
Pasados pocos días decidimos quedar para ponernos al día y ella me explicó su primera experiencia poliamorosa. Lo más sorprendente de todo es que comprendí a la perfección cada palabra que verbalizaba y empaticé en lo más profundo con cada sentimiento expresado… entendí que pudiera amar a dos personas, que pudiera practicar sexo sintiéndose libre de culpa y respeté todas y cada una de las decisiones que había tomado hasta el día de entonces (hecho que sigo haciendo). Y pensé… de acuerdo, me identifico contigo y es muy posible que pueda acompañarte en tus “aventuras”… aunque era muy pronto para hacer conjeturas, había algo dentro de mí que me indicaba que estaba en lo cierto (yo lo llamo presentimiento xD).
Desde esa conversación, mi vida no sólo ha hecho un giro de 180 grados, sino que ha sido capaz de evolucionar mi alma, romper mis límites convencionales establecidos y trabajar/vencer miedos albergados en mi mente durante 29 años.
Y no sólo eso… desde ese día he (y hemos) podido aprender un concepto de amistad que trasciende a lo más puro y esencial de la misma… una amistad que no conoce límites, un “te recojo, te cuido, te quiero, te admiro” (o, como decimos nosotras, “te esnifo”, jajaja!)… esa incondicionalidad de una pareja (románticamente hablando) y la diversión y complicidad de una relación de amistad. Quizás podría definir el vínculo que tengo con Sara como una mezcla de lo mejor de una “novia” y lo mejor de “una amiga”, pero no existe palabra para este concepto ¿no?
 
Y así es como llegó el concepto de poliamor a mi vida, a mi relación monógama y estable de 10 años de duración… sin buscarlo ni quererlo… de repente, llegó ella.
 
 
By Dafne Habana.